En días pasados se celebró el Congreso Nacional “Ciudadanía y Medios: Acción Conjunta”, en Boca del Río, Veracruz. Fue tan grato como inusual ver a los periodistas mostrar voluntad de trabajar al lado de la sociedad civil organizada, criticar la sumisión al poder y expresar su compromiso con la objetividad y la imparcialidad política.
Quienes trabajamos por México, esperamos que esa expresión sea honrada con los hechos, porque con muchos periodistas nos pasa lo mismo que con la mayoría de los políticos: hasta nos sorprende cuando dicen la verdad.
Lamentablemente, algunos comunicadores no han estado a la altura del avance democrático de la República. Y aquí de nuevo es válido el símil con una clase política incapaz de sacudirse sus viejos hábitos: el secretismo, el culto al poder, las alianzas oscuras, el materialismo rampante y el uso patrimonial y electorero de los bienes públicos (que lo son tanto el Estado como la información).
En la larga marcha de los mexicanos hacia la democracia muchos comunicadores se han quedado atrás. No están a tono con el avance de la sociedad. Recordemos que el sentido social de la información se desfigura cuando se altera y se oculta. Hablo de las plumas pagadas, de la autocensura, de los testaferros, de las notas vendidas, de la tenue línea entre periodismo y propaganda que tantas veces es cruzada.
Pero hablo también del doloroso contraste de muchos periodistas de cóctel con los héroes que hacen su trabajo en las peores condiciones posibles, en un ambiente de violencia que no los amedrenta.
Todo periodista que cubre la guerra contra el crimen organizado sabe de lo que estoy hablando y de lo mucho que les debemos. Es admirable el servicio que prestan al proveernos de información indispensable para comprender a nuestra sociedad, aun a costa de su propia vida y a pesar de que el Estado no cumple su obligación esencial de brindarles seguridad. 53 periodistas fueron asesinados en México del año 2000 al 2009, ocho de ellos tan sólo en los últimos seis meses.
Este espíritu de sacrificio nos hace comprender por qué Gabriel García Márquez definió al periodismo como “el mejor oficio del mundo”, en su famoso discurso ante la Sociedad Interamericana de Prensa.
El ánimo mercantilista de otros, por el contrario, nos trae a la mente la sentencia del “mejor reportero del mundo”, Ryszard Kapuscinski, de que “los cínicos no sirven para este oficio”. Porque es precisamente cinismo lo que muchas veces atestiguamos.
La experiencia me ha enseñado que desde las cumbres del poder público también se pueden cerrar los espacios periodísticos a quienes ejercemos el derecho a disentir, por motivaciones políticas y no por razones editoriales.
En varias ocasiones han intentado callarme, cancelando mis colaboraciones con medios impresos nacionales y locales; también me sucedió en la radio. Aprendí que los intereses extra-periodísticos pueden convertir a los medios en “dependencias” gubernamentales, en el sentido literal de la palabra.
Medios frente al crimen organizado: la verdad bajo fuego
Durante el II Foro Internacional “Inseguridad, dolor evitable”, celebrado en Ciudad Juárez, se elaboraron una serie de propuestas para los medios de comunicación consignadas en el documento “101 acciones para la paz”.
Dichas propuestas reflejan una profunda preocupación de la comunidad internacional por los comunicadores mexicanos, por su trabajo y por el decisivo impacto que tienen en la vida social de nuestras comunidades.
En la frontera, los periodistas prácticamente son corresponsales de guerra y, al mismo tiempo, se enfrentan al delicado deber de guardar un equilibrio informativo que airee la verdad sin exagerarla. No es tarea fácil y por ello cuentan con la admiración de propios y extraños. Aquí se está dando un ejemplo de cómo la prensa sirve a los gobernados, no a los gobernantes.
Responsabilidad democrática de periodistas y políticos
Los políticos no somos los únicos con la obligación de proteger la democracia. El riesgo de una regresión autoritaria se incrementa cada vez que un comunicador renuncia a ejercer su libertad y se cobija en el poder, cediendo a los caprichos de los encumbrados. Con ello, el atentado contra el derecho a la información de los ciudadanos no sólo lo perpetra el gobernante, sino también el comunicador.
Por todo lo anterior, espacios de reflexión como el que se abrió en Veracruz y ejemplos como el que nos dan muchos reporteros han salido del terreno de lo necesario para entrar en el de lo indispensable.
Es insustituible la capacidad de los medios para hacer más largos y más anchos los caminos por los que avanza nuestra comprensión de la vida social. Ante un país con severas crisis, de las cuales la económica y la de seguridad son las más graves pero ni por mucho las únicas, lo menos que necesitamos es que una crisis de credibilidad plague a los comunicadores.
Muy por el contrario, el mejor periodismo le es hoy indispensable a México. Porque en la medida que los periodistas sean independientes y libres, también lo serán las conciencias de los mexicanos.
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