miércoles, 16 de junio de 2010

Peña Nieto a la baja, Beltrones al alza

Enrique Peña Nieto vive sus peores días. El mexiquense ha vuelto a comprobar que, cuando la realidad se impone a los guiones, su feble experiencia no alcanza para sacarlo de los atolladeros políticos y mediáticos, mucho menos cuando Manlio Fabio Beltrones azuza el fuego.
Como sucedió con las inundaciones a principios de año, ante las cuales su capacidad ejecutiva fue sumamente cuestionada, el equipo del presidenciable priísta hizo del lamentable deceso de la niña Paulette Farah un escaparate para exhibir su incapacidad a nivel nacional e internacional. El caso se manejó tan mal desde un principio que se volvió incorregible; por eso la salida del Procurador responsable de las investigaciones y las explicaciones brindadas de nada han servido.
Se reiteró que todos los males de la inexperiencia —especialmente la falta de mesura, la precipitación y la imprudencia— aquejan a este grupo que pretende conducir una campaña presidencial exitosa, en contra de lo más granado de la política mexicana. Aunque la responsabilidad del gobernador pueda ser limitada en este caso, la clase política y los líderes de opinión le han dedicado palabras muy duras. Poco han ayudado a su causa algunas llamadas hechas desde Xicoténcatl a las cúpulas de la clase política mexicana.
Las campañas también se han vuelto un espacio de desgaste para Peña Nieto. Buscando sumar prosélitos entre sus correligionarios y entre los ciudadanos de otras entidades, el gobernador del Estado de México ha recorrido varias ciudades apoyando a los candidatos de su partido.
En teoría el asunto sería positivo para Peña Nieto: placeo, exposición mediática, amarres políticos. En la práctica, instigados por alguna conciencia negra, se han esparcido rumores de desviación de recursos y editoriales mal intencionados.

Reacomodos priístas

La balanza de la política está cambiando su inclinación entre los priístas. Gobernadores, alcaldes de municipios importantes y legisladores de diversos rangos están cambiando sus lealtades. Por supuesto que Peña Nieto dista mucho de estar solo, pero por primera vez está probando lo que es perder aliados.
No desconozco que sigue firme en las encuestas. Apenas la semana pasada se reportó que subió dos puntos en la variación trimestral que conduce Consulta-Mitofsky.
Sin embargo, la política es mucho más que encuestas, y si no pregúntenle al recientemente derrotado candidato presidencial colombiano Antanas Mockus.
Sí, la percepción es que Peña Nieto avanza, pero ello se debe a que no tiene rivales visibles y presentes en la opinión pública.
En el PRD la semana anterior ya hubo un destape: Carlos Navarrete, un buen prospecto, de lo mejor que tiene ese partido; un competidor que viene a sumarse a Ebrard y a López Obrador.
En mi partido sigue pesando la derrota del 2009 y se percibe un ánimo pesimista hacia el 4 de julio. Sólo Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota han mostrado su juego. Los aspirantes ligados al equipo presidencial no han dicho esta boca es mía: saben que presentar una candidatura ligada al lacerante descrédito de Felipe Calderón es un suicidio político.
Seguramente para desvincular al candidato panista del estigma de Calderón, ya se ha expresado interés en que nuestro abanderado tenga el apoyo del Movimiento Volver a Empezar, lo que afirmaría su independencia y lo acercaría al único proyecto que ha demostrado capacidad de crecer políticamente y ofrecer con credibilidad un mensaje esperanzador y democrático.
Ante ese contexto nacional, Peña Nieto sigue arriba en las encuestas, pero su capital político se erosiona: como candidato único sólo en él se ceban los proyectiles, las críticas y el desgaste propio de gobernar mientras cada uno de sus movimientos es vigilado y sus errores magnificados. Mientras tanto, un Senador rememora el viejo adagio de “el que se mueve no sale en la foto”, se frota las manos y sigue trabajando en los sótanos y en las cañerías del sistema.

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