Cananea ejemplifica de manera nítida cómo la falta de ética política se interpone en el camino de la prosperidad y la paz de los pueblos. Esta noble región nos impele a cuestionarnos cómo es que incluso contando con una riqueza minera de las mayores no sólo de México sino del mundo, las diferencias políticas impiden aprovechar valiosos recursos que están prácticamente al alcance de la mano.
Recientemente el alcalde Reginaldo Moreno García declaró que “el ayuntamiento no tiene ni para comprar una escoba” y que muchos cananenses se han visto obligados a emigrar a las ciudades norteamericanas de Tucson y Sierra Vista, así como a la capital sonorense, Hermosillo, en la búsqueda de oportunidades de crecimiento económico. Si la abundancia natural no es razón suficiente para que un ciudadano permanezca en su tierra y obtenga los servicios públicos y las oportunidades que merece, la responsabilidad no puede ser más que de las cúpulas sindicales y gubernamentales.
Se estima que los paros en diversas minas han costado alrededor de 3 mil 200 millones de dólares, lo cual resulta especialmente grave en el contexto de crisis internacional en el que está inmerso México. Qué lamentable situación: ni para recoger tesoros podemos ponernos de acuerdo.
Excesos en la persecución de derechos
Durante décadas el “sistema” consintió y propició que el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana se fuera alejando de sus fines válidos. La legítima defensa de los derechos de los trabajadores pasó a un segundo plano ante la búsqueda de poder político y económico por parte de los líderes sindicales.
Para saber qué tan demócrata ha sido este sindicato basta saber que por más de cuatro décadas ha estado bajo el control de dos hombres, padre e hijo. Estos napoleones se distinguen por haberse formado en las peores artes del sindicalismo charro, una de las más oscuras construcciones del Partido Revolucionario Institucional.
Napoleón padre llegó a ser senador, obviamente por el PRI, y dedicó cuarenta años de su vida a amasar una gran fortuna personal y a bloquear todo intento de democratizar el sindicato.
Como si de un príncipe medieval se tratara, Napoleón hijo heredó el trono y prontamente evidenció que consideraba al sindicato su patrimonio personal, pues sus malos manejos de los dineros propiedad de los trabajadores son el sustrato de la aguda crisis que hoy padece Cananea.
Sin embargo, debo señalar que aun cuando evidentemente Napoleón junior es el principal responsable, sus acciones no se dieron en el vacío: son el resultado de una perversión política que hizo de los sindicatos herramientas del poder y los partidizó, volviéndolos medios y no fines, piezas del partido en el gobierno y no expresiones de la dignidad de los trabajadores.
De la misma manera en la que el sistema PRI-Gobierno confundió sus fines con los de los sindicatos, Napoleón segundo enredó la defensa jurídica de su persona con los derechos de los trabajadores a los que lidera.
Analizar la situación de Cananea es avanzar por un campo minado, pues la complejidad de la situación que padece el pueblo de esta amada comunidad sonorense es tan profunda como extensa, definida por factores no sólo contemporáneos, sino también históricos. Además, las responsabilidades y las culpas son compartidas por autoridades y líderes sindicalistas por igual, haciendo imposible emitir juicios categóricos.
Si bien “la toma de Cananea” refleja la incapacidad de generar acuerdos y destrabar conflictos por medios políticos y no a través de la violencia, también es cierto que esta acción responde a decisiones concatenadas de los poderes Judicial y Legislativo. Además, el grupo industrial Minera México se plegó desde un primer momento a las peticiones de seguridad e higiene planteadas por el sindicato, mientras que éste prolongó durante tres años el conflicto utilizando a los tribunales, con lo cual incurrió en excesos durante la persecución de derechos legítimos.
Revolución sindicalista
Cuando no se desvirtúa su naturaleza, el trabajo contribuye a unir a los hombres de manera solidaria y comprometida. También puede otorgar forma y estructura a la sociedad, determinando sus relaciones con el Estado. Unas relaciones laborales justas prefiguran –o desfiguran– un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo integral de la persona humana, sin que ésta sufra mengua en su dignidad.
Hoy vemos las consecuencias de disminuir la dimensión humana del trabajo a la sola obtención de bienes materiales, de inmiscuir a los partidos en instituciones sociales laborales que deben ser independientes y de bloquear la capacidad productiva de un pueblo para chantajear al gobierno.
En los próximos meses, conforme se vaya contratando nuevo personal para explotar las riquezas de Cananea, habrá de formarse otro sindicato. Esperemos que estas lecciones no sean olvidadas en su institución, haciéndolo ejemplo genuino espíritu sindicalista, así como una decidida apuesta por la libertad de los trabajadores, esa que se soslaya cuando se les concibe como seres sin capacidad de decisión.
La formación de este nuevo sindicato presenta una oportunidad histórica, pues así como se combatió en 1906 a la Cananea Consolidated Copper Company, hoy es necesario combatir al charrismo. Este sería un hecho digno de la insigne estirpe de los mineros y el nacimiento de una segunda revolución en Cananea, pero esta vez pacífica, de dignidad humana e independencia.
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