El PAN está pagando facturas políticas muy caras por haber borrado la frontera entre partido y gobierno, por haber permitido que el poder suplantara las decisiones que legítimamente deben tomar los órganos internos de Acción Nacional.
Por ello, explicar por sí misma la renuncia de Fernando Gómez Mont a su militancia panista es un ejercicio de negación. Este golpe al PAN sólo se entiende en la lógica de un deterioro político que ha aumentado proporcionalmente a la pérdida de autonomía del partido.
Desde el momento en que el presidente del partido se convirtió en un subordinado y el PAN en una dependencia, se tomó la ruta de colisión que hoy tiene al panismo en crisis.
Gómez Mont y sus acuerdos oscuros
Es un secreto a voces que Fernando Gómez Mont ofreció al PRI, hablando por el Presidente, bloquear las alianzas electorales del PAN con otros partidos. Aunque hoy muchos jilgueros y testaferros alaban al ex panista como un ejemplo de congruencia por su renuncia, la verdad es que incurrió en una absoluta falta de responsabilidad al hacer ese compromiso, que le correspondía única y exclusivamente al Partido Acción Nacional. No es que esté honrando la palabra empeñada, es que de entrada actuó sin fundamento ético o institucional alguno.
Al igual que en los tiempos más autoritarios de México, el secretario de gobernación actuó como si el partido en el poder fuera una unidad gubernamental más, como si los militantes panistas no contaran y no tuvieran la más mínima capacidad de decisión o espacios de autonomía.
Desgraciadamente, Gómez Mont no se conduce por sí mismo ni sus acciones son algo nuevo. Es sólo uno más de varios panistas expertos en obedecer pero pésimos para salvaguardar las tradiciones democráticas del partido o para mostrar iniciativa, panistas con corazón autoritario dispuestos a seguir órdenes aun cuando sean en detrimento de la institución que los forjó. El empoderamiento de los sumisos será la única memoria que se guarde del calderonismo.
Esta política no sólo es falta de ética y de sentido democrático. Es, además, mala política. Nadie puede creer que Gómez Mont o César Nava hayan actuado sin coordinación o en contra de la voluntad del presidente. No hay nada en su historial político que hoy permita pensar que tienen voluntad suficiente para tomar decisiones propias, sin el visto bueno de su jefe supremo. Por ello, en los aliados electorales del PAN, los perredistas, hay desconfianza; y en los aliados legislativos, los priístas, un ánimo de buscar el desquite tras el burdo montaje que se buscó hacerles creer.
Cuidar al PAN
Al tomar la decisión de renunciar a su militancia, Gómez Mont ha cuidado al gobierno, lo que es su trabajo. Las últimas dos dirigencias del PAN han cuidado al Presidente del país. Pero ninguno de ellos ha recordado cuidar al partido. Una de las grandes luchas históricas del PAN ha sido la separación entre el gobierno y el partido que le dio origen. Se ha comprobado una vez más la validez de dicha tesis, pues estamos padeciendo las consecuencias de que un gobierno haya hecho ofrecimientos que le correspondían únicamente a un partido.
Únicamente en la militancia existe la esperanza de reencontrar al partido con su identidad democrática. Es necesario retomar la convicción histórica de hacer del PAN instrumento de la sociedad y no del gobierno. Hay que apoyar al Presidente, hay que apoyar al Partido, pero sin perder jamás nuestros principios y sin alejarnos de los caminos trazados por nuestra doctrina.
Hago un llamado a la dirigencia nacional y a las dirigencias estatales a cuidar al PAN. Aprendamos de esta lamentable experiencia para que no se vuelva a repetir. Una vez más insisto en mi llamado al presidente Felipe Calderón a que deje a su partido decidir su propio destino político. Las consecuencias de no hacerlo están a la vista de todos.
Ésta es la más clara señal de que los panistas debemos volver a empezar, retomando nuestras tradiciones democráticas, abrazando con fuerza nuestra mística de servicio a la sociedad y reconquistando la independencia del poder que da identidad, congruencia y fuerza a nuestro partido.
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