VOLVER A EMPEZAR
Propuestas y reflexiones de Manuel Espino
lunes, 12 de agosto de 2013
¿Quién soy yo para juzgar?
En la que quizá ha sido la declaración más reproducida de su breve papado, el santo padre Francisco no hizo una afirmación dogmática, sino una pregunta cargada de humildad: “¿quién soy yo para juzgar a los homosexuales?”
Tras una larga entrevista en la que habló cara a cara con un grupo de periodistas, el Papa 266 tocó una serie de temas que seguramente sus asesores de prensa le habrían pedido evitar: los escándalos del banco del Vaticano; el papel de la mujer en la Iglesia; el arresto de un monseñor de la Curia; su relación con Benedicto XVI (situación inédita en la historia católica); la posible fecha para canonizar a Juan Pablo II y el robo y de documentos de Benedicto XVI. Se trata, por donde se le vea, de una agenda de escándalos del más alto riesgo.
Demostrando que la honestidad es la mejor política, al ser cuestionado sobre su postura personal acerca de la homosexualidad respondió con contundencia, afirmando que la orientación sexual merece respeto.
Demostró así, con unas pocas palabras, un ánimo de no discriminar, de no dividir a la humanidad por sus preferencias sexuales, de erigirse no como un juez sino como un hermano solidario.
Aunque no hubo declaraciones significativas de parte de jerarcas católicos, dado el respeto que le deben al supremo pontífice, más de uno habrá arqueado las cejas al enterarse de estas declaraciones, sobre todo considerando que la postura de la Iglesia es ambigua respecto a los homosexuales.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, que podría considerarse la postura oficial de esta institución milenaria, los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”. No obstante, el catecismo también afirma que los actos homosexuales “no pueden recibir aprobación en ningún caso” y muchos grupos católicos en diversos países trabajan activamente para bloquear su acceso a prerrogativas que otros ciudadanos sí tienen, específicamente el de casarse, con todos los derechos a la seguridad social y patrimonial que implica.
Claro está que —como dijo el Cardenal de Milán, Carlo Maria Martini, en su diálogo epistolar con el filósofo Humberto Eco titulado ¿En qué creen los que no creen?— "la iglesia no satisface expectativas, celebra misterios", por lo cual no se puede esperar que su postura institucional se transforme al vertiginoso ritmo de las sociedades contemporáneas.
Sin embargo, resulta positivo y esperanzador que el papa Francisco asuma una postura más abierta y más contemporánea, muy lejos de los papados intolerantes y persecutorios. Vemos un papa más carismático, más abierto, más Juan Pablo y menos Benedicto.
Bien haríamos los laicos en aplicar ese “¿quién soy yo para juzgarlos?” en todos los aspectos de nuestra vida, sobre todo en los cívicos: ¿quién soy yo para juzgar a quien es de un color de piel diferente al mío, a quien profesa una religión distinta, a quien es ateo, a quien se dice de izquierda o de derecha?
Ese es precisamente el ánimo de quienes nos asumimos como concertadores, pues sabemos que ahí, en la tolerancia a la diversidad, está la base de la pluralidad constructiva, de la unidad entre los diferentes que será la base para edificar un México pacífico, justo y próspero.
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miércoles, 13 de julio de 2011
Panistas: a volver a empezar
Al PAN le urge salir del marasmo y el aturdimiento político en el que lo sumió la estrepitosa derrota de las pasadas elecciones que, acumuladas a las de los últimos tres años, pesan en el ánimo de quienes creyeron en su programa. Los panistas no solo perdimos votos y espacios de poder público. Perdimos algo mucho más serio: la visión de nuestro futuro compartido, los puntos de referencia como institución y el sentido de proyecto rumbo al 2012.
Esta desorientación es mucho más peligrosa que cualquier derrota electoral. Elecciones van y vienen; de hecho, durante la mayor parte de nuestra historia el triunfar en las elecciones ni siquiera fue una prioridad para Acción Nacional. No queríamos ganar votos, queríamos conquistar conciencias. Por ello, lo que sí representa un riesgo para nuestra esencia institucional es perder la identidad política que nos da cohesión y rumbo.
Pero eso no va a pasar. No lo permitiremos. Durante el último año los integrantes de un movimiento nacional integrado mayoritariamente por panistas, pero también por muchos ciudadanos sin partido, hemos estado construyendo una estructura que reimpulse el PAN rumbo al 2012.
Trabajar desde la raíz
Lejos de los reflectores, lejos del poder público, con un intenso y minucioso trabajo de campo, hemos venido tejiendo una red de ciudadanos dispuestos a defender la democracia. Esa red es el movimiento nacional Volver a Empezar.
Avanzamos discretamente, para no alertar algunos radares, pero ya ha llegado la hora de salir a la luz pública y reanimar a los panistas, señalándoles que sí tenemos proyecto, sí tenemos rumbo, sí tenemos propuestas para recuperar la confianza ciudadana y reconciliar a nuestro partido con la sociedad, con los votantes y —sobre todo— consigo mismo.
Cualquier lector que tenga interés en este movimiento, podrá ver en internet que nuestra red ha avanzado con pasos cautelosos, pero no por ello menos firmes. Hemos estado en gira permanente los últimos dos años. Ya visitamos más de 150 ciudades y más de 60 universidades, pues los jóvenes son parte esencial de nuestro proyecto renovador.
Hasta el momento, somos 200 mil panistas de todo México inscritos con nombre y apellido en este esfuerzo. Hay páginas de internet en una treintena de ciudades y coordinadores en prácticamente todos los estados.
También nos hemos consolidado como el único espacio desde el cual el PAN sigue generando ideas, propuestas, argumentos y análisis para orientar la situación nacional con la luz del humanismo político. Nuestros libros y publicaciones así lo demuestran.
Salir a la luz pública no pretende ser una muestra de fuerza. Todo lo contrario. Se trata de revivir aquél célebre llamado de Manuel Gómez Morin: “Es tiempo de alzar una bandera espiritual; de dar el santo y seña que permita el mutuo reconocimiento”.
A todos los que quieran seguir luchando por el bienestar de México con los valores de Acción Nacional como bandera, a aquellos que quieren revivir su esperanza en nuestras ideas humanistas, a quienes recuerdan un PAN limpio y creen que aún es posible recuperarlo, a los genuinamente demócratas, les extendemos nuestras manos.
El PAN aún tiene mucho qué dar. Vamos a convertir la derrota electoral en una oportunidad histórica, en una victoria cultural que nos regrese a nuestros orígenes libertarios. Tenemos fuerza, corazón y propuestas para seguir luchando por México. Tenemos fuerza para volver a empezar.
www.twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com
Esta desorientación es mucho más peligrosa que cualquier derrota electoral. Elecciones van y vienen; de hecho, durante la mayor parte de nuestra historia el triunfar en las elecciones ni siquiera fue una prioridad para Acción Nacional. No queríamos ganar votos, queríamos conquistar conciencias. Por ello, lo que sí representa un riesgo para nuestra esencia institucional es perder la identidad política que nos da cohesión y rumbo.
Pero eso no va a pasar. No lo permitiremos. Durante el último año los integrantes de un movimiento nacional integrado mayoritariamente por panistas, pero también por muchos ciudadanos sin partido, hemos estado construyendo una estructura que reimpulse el PAN rumbo al 2012.
Trabajar desde la raíz
Lejos de los reflectores, lejos del poder público, con un intenso y minucioso trabajo de campo, hemos venido tejiendo una red de ciudadanos dispuestos a defender la democracia. Esa red es el movimiento nacional Volver a Empezar.
Avanzamos discretamente, para no alertar algunos radares, pero ya ha llegado la hora de salir a la luz pública y reanimar a los panistas, señalándoles que sí tenemos proyecto, sí tenemos rumbo, sí tenemos propuestas para recuperar la confianza ciudadana y reconciliar a nuestro partido con la sociedad, con los votantes y —sobre todo— consigo mismo.
Cualquier lector que tenga interés en este movimiento, podrá ver en internet que nuestra red ha avanzado con pasos cautelosos, pero no por ello menos firmes. Hemos estado en gira permanente los últimos dos años. Ya visitamos más de 150 ciudades y más de 60 universidades, pues los jóvenes son parte esencial de nuestro proyecto renovador.
Hasta el momento, somos 200 mil panistas de todo México inscritos con nombre y apellido en este esfuerzo. Hay páginas de internet en una treintena de ciudades y coordinadores en prácticamente todos los estados.
También nos hemos consolidado como el único espacio desde el cual el PAN sigue generando ideas, propuestas, argumentos y análisis para orientar la situación nacional con la luz del humanismo político. Nuestros libros y publicaciones así lo demuestran.
Salir a la luz pública no pretende ser una muestra de fuerza. Todo lo contrario. Se trata de revivir aquél célebre llamado de Manuel Gómez Morin: “Es tiempo de alzar una bandera espiritual; de dar el santo y seña que permita el mutuo reconocimiento”.
A todos los que quieran seguir luchando por el bienestar de México con los valores de Acción Nacional como bandera, a aquellos que quieren revivir su esperanza en nuestras ideas humanistas, a quienes recuerdan un PAN limpio y creen que aún es posible recuperarlo, a los genuinamente demócratas, les extendemos nuestras manos.
El PAN aún tiene mucho qué dar. Vamos a convertir la derrota electoral en una oportunidad histórica, en una victoria cultural que nos regrese a nuestros orígenes libertarios. Tenemos fuerza, corazón y propuestas para seguir luchando por México. Tenemos fuerza para volver a empezar.
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martes, 12 de julio de 2011
¿Dónde y cuándo se extravió el PAN?
Padeciendo sus derrotas acumuladas, sin rumbo institucional y con el fardo del gobierno a cuestas, antes de establecer las reglas y de limpiar la casa, el PAN ya está metido en la espiral del 2012, aunque en forma atropellada y sin el soporte de una propuesta que oriente, al menos, el discurso de quienes se disputan la candidatura presidencial desde campañas abiertas y encubiertas en el ejercicio de un cargo público. La anarquía aflora en todo el andamiaje estructural, hoy desvencijado y con riesgo de colapso, del partido en la responsabilidad de gobierno nacional.
Abandono de una mística de perseverancia
Las derrotas acumuladas del PAN desde 2008, no hay que justificarlas a la luz de los resultados, de las cifras, de la estadística electoral adversa. Millones de boletas marcadas a favor de otros partidos representan personas que antes sufragaron por Acción Nacional y que, decepcionadas, mudaron su voluntad ciudadana en busca de congruencia y honestidad, de eficacia y de transparencia gubernamental. Lo que siempre prometimos los panistas.
La explicación a la estrepitosa caída del PAN, primero de la confianza social y después de los espacios de poder ganados con el esfuerzo de décadas, debe buscarse en la acción reciente de un partido que antes se reconoció de exigencias máximas. Debe buscarse la causa del desprestigio en el abandono de una mística de perseverancia leal y de un pensamiento de contornos claros, inspirado en los principios del humanismo político; en el alejamiento de una doctrina con dimensión ética y en el desvío de una vocación de servicio que condicionaba la voluntad política de los panistas a un desempeño cotidiano subordinado al bien común.
Ahí están las respuestas para quienes se preguntan ¿dónde y desde cuándo se perdió el PAN?, ahí comenzó el extravió que llevó a la pérdida de cuanto se había ganado para arribar a la simulación, a la incongruencia y a la prepotencia que encubrimos por falsa prudencia. Ahí comenzaron los malabarismos ideológicos y la promiscuidad partidista que difuminó al partido en el escenario político.
Impostergable volver a empezar
Es necesario detener la marcha desenfrenada hacia el desplome del PAN y volver a empezar, pero no de la nada, sino a partir de reconocer que hay una experiencia exitosa que comenzó en 1939 y que es enseñanza digna de ser rescatada porque honra la política. Y otra que avergüenza porque denigra la trayectoria democrática y honorable del PAN, que comenzó en 2006, después de alcanzar sus más grandes victorias electorales.
Volver a empezar implica reencontrarnos con nuestros valores originarios, reinstalar la primacía de la persona como principio rector de nuestra acción y anteponer el interés de la sociedad por encima de nuestros legítimos afanes personales. Implica también devolverle autonomía al partido frente al gobierno, asumir que ambas entidades forman parte de un mismo programa político, pero con funciones distintas y en ámbitos diferentes.
Ese es el camino a seguir para reconstruir la credibilidad de Acción Nacional y para reinstalarlo como referente de honestidad en la vida pública de México. Podemos comenzar por hacer un silencio interior y escuchar nuestra propia conciencia.
Congruencia por responsabilidad
No será fácil caminar hacia nuestros puntos de referencia histórica, como nunca lo fue cuando transitamos por caminos inhóspitos asediados por un sistema político autoritario y corrupto, pero estamos obligados a corregir y asumir el costo de regreso a nuestra identidad. Emprender el retorno a nuestra esencia no es asunto de sobrevivencia política sino de responsabilidad. Es para cumplir un deber ineludible, un compromiso inherente a nuestra vocación en el destino de México.
Para lograrlo se requiere entereza, esa que brota de la humildad y permite abrirnos a la realidad para disponer el alma a la corrección fraterna entre quienes, con nuestros errores, le hemos fallado a México. Se necesita unidad, esa que no hace distinciones ofensivas y que pese a las naturales diferencias hace coincidir las voluntades dispersas en sublimes propósitos; esa que suma la fuerza de nuestros ideales y permite remover las capas de agravios y resentimientos con que hemos sepultado nuestros valores.
Si para dejar de perder posiciones de gobierno es condición pedir perdón por los yerros cometidos y erradicar sin consideración alguna las prácticas que nos desprestigian, hay que hacerlo ya. No esperemos a perderlo todo y seguir pagando la sanción social en las urnas por las traiciones de unos cuantos oportunistas.
Un enmienda sincera implica un replanteamiento con visión de causa y no de proyecto, con actitud de evaluación para dar prospectiva a los nuevos retos de Acción Nacional desde la rectitud de intención. Volver a empezar exige un renovado espíritu de servicio para ordenar la patria, para darle una vida digna a los mexicanos desde la generosidad política.
Solo así volveremos a ser faro luminoso en el derrotero nacional. Solo así nos haremos merecedores de la confianza ciudadana, de otra oportunidad para levantarnos. Solo si nos levantamos, estando de pie otra vez, soportados en nuestros principios, habrá valido la pena caer en lo que hemos caído para colocarnos en el punto de partida, como hace 72 años, y prepararnos para refrendar nuestras victorias históricas en el 2012. Se está haciendo tarde, pero estamos a tiempo.
www.twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com
Abandono de una mística de perseverancia
Las derrotas acumuladas del PAN desde 2008, no hay que justificarlas a la luz de los resultados, de las cifras, de la estadística electoral adversa. Millones de boletas marcadas a favor de otros partidos representan personas que antes sufragaron por Acción Nacional y que, decepcionadas, mudaron su voluntad ciudadana en busca de congruencia y honestidad, de eficacia y de transparencia gubernamental. Lo que siempre prometimos los panistas.
La explicación a la estrepitosa caída del PAN, primero de la confianza social y después de los espacios de poder ganados con el esfuerzo de décadas, debe buscarse en la acción reciente de un partido que antes se reconoció de exigencias máximas. Debe buscarse la causa del desprestigio en el abandono de una mística de perseverancia leal y de un pensamiento de contornos claros, inspirado en los principios del humanismo político; en el alejamiento de una doctrina con dimensión ética y en el desvío de una vocación de servicio que condicionaba la voluntad política de los panistas a un desempeño cotidiano subordinado al bien común.
Ahí están las respuestas para quienes se preguntan ¿dónde y desde cuándo se perdió el PAN?, ahí comenzó el extravió que llevó a la pérdida de cuanto se había ganado para arribar a la simulación, a la incongruencia y a la prepotencia que encubrimos por falsa prudencia. Ahí comenzaron los malabarismos ideológicos y la promiscuidad partidista que difuminó al partido en el escenario político.
Impostergable volver a empezar
Es necesario detener la marcha desenfrenada hacia el desplome del PAN y volver a empezar, pero no de la nada, sino a partir de reconocer que hay una experiencia exitosa que comenzó en 1939 y que es enseñanza digna de ser rescatada porque honra la política. Y otra que avergüenza porque denigra la trayectoria democrática y honorable del PAN, que comenzó en 2006, después de alcanzar sus más grandes victorias electorales.
Volver a empezar implica reencontrarnos con nuestros valores originarios, reinstalar la primacía de la persona como principio rector de nuestra acción y anteponer el interés de la sociedad por encima de nuestros legítimos afanes personales. Implica también devolverle autonomía al partido frente al gobierno, asumir que ambas entidades forman parte de un mismo programa político, pero con funciones distintas y en ámbitos diferentes.
Ese es el camino a seguir para reconstruir la credibilidad de Acción Nacional y para reinstalarlo como referente de honestidad en la vida pública de México. Podemos comenzar por hacer un silencio interior y escuchar nuestra propia conciencia.
Congruencia por responsabilidad
No será fácil caminar hacia nuestros puntos de referencia histórica, como nunca lo fue cuando transitamos por caminos inhóspitos asediados por un sistema político autoritario y corrupto, pero estamos obligados a corregir y asumir el costo de regreso a nuestra identidad. Emprender el retorno a nuestra esencia no es asunto de sobrevivencia política sino de responsabilidad. Es para cumplir un deber ineludible, un compromiso inherente a nuestra vocación en el destino de México.
Para lograrlo se requiere entereza, esa que brota de la humildad y permite abrirnos a la realidad para disponer el alma a la corrección fraterna entre quienes, con nuestros errores, le hemos fallado a México. Se necesita unidad, esa que no hace distinciones ofensivas y que pese a las naturales diferencias hace coincidir las voluntades dispersas en sublimes propósitos; esa que suma la fuerza de nuestros ideales y permite remover las capas de agravios y resentimientos con que hemos sepultado nuestros valores.
Si para dejar de perder posiciones de gobierno es condición pedir perdón por los yerros cometidos y erradicar sin consideración alguna las prácticas que nos desprestigian, hay que hacerlo ya. No esperemos a perderlo todo y seguir pagando la sanción social en las urnas por las traiciones de unos cuantos oportunistas.
Un enmienda sincera implica un replanteamiento con visión de causa y no de proyecto, con actitud de evaluación para dar prospectiva a los nuevos retos de Acción Nacional desde la rectitud de intención. Volver a empezar exige un renovado espíritu de servicio para ordenar la patria, para darle una vida digna a los mexicanos desde la generosidad política.
Solo así volveremos a ser faro luminoso en el derrotero nacional. Solo así nos haremos merecedores de la confianza ciudadana, de otra oportunidad para levantarnos. Solo si nos levantamos, estando de pie otra vez, soportados en nuestros principios, habrá valido la pena caer en lo que hemos caído para colocarnos en el punto de partida, como hace 72 años, y prepararnos para refrendar nuestras victorias históricas en el 2012. Se está haciendo tarde, pero estamos a tiempo.
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viernes, 8 de julio de 2011
Autonomía del PAN frente al gobierno
En los primeros años del siglo pasado, contra un pensamiento autoritario en boga y que desde hacía tiempo imponía su verdad en México con la fuerza del gobierno, se rebelaron algunos estudiantes que alzaron la bandera de una nueva actitud intelectual para buscar una alternativa distinta a lo que entonces acontecía en un país con capacidades infinitas, pero con el talento ciudadano atrofiado por el caos de la Revolución que parecía llevada al fracaso por sus caudillos.
Autonomía desde la seriedad intelectual
La reciente afirmación del libre albedrío en el mundo occidental inspiraba a aquellos jóvenes a construir auténticos espacios de libertad para los mexicanos, a superar teorías inventadas para el sometimiento de la nación y a iluminar con nuevas luces la sombría realidad de la patria, lastimada por una gravísima corrupción moral y la devastadora turbulencia política.
Era 1915 y el ideal que se deslizaba en aquellas conciencias inquietas apuntaba a una ideología adecuada propósitos humanos, que partía del criterio provisional de salvar a México, del vago deseo de una vida digna para todos desde la participación ciudadana, de la autonomía de decisión frente al gobierno asumida con seriedad intelectual. Así, con espíritu de emancipación, fue concebida la obra que años adelante sería Acción Nacional.
Faltaban unos meses para el nacimiento del PAN y Gómez Morin, uno de aquellos jóvenes y el principal de sus fundadores, ya tenía claridad del argumento que marcaría una diferencia fundamental —con el pasado y con el presente que se vivía en 1939— en las relaciones partido-gobierno: “Acción Nacional nunca se casará con un régimen, ni aun con el que pudieran formar hombres suyos llegados al poder”. La autonomía estaba en la esencia de la organización partidaria desde su gestación y quien sería su primer jefe nacional era contundente en la afirmación del nunca.
Autonomía, una tesis fundamental
La primera etapa en la vida institucional de Acción Nacional se significó por las tareas principalísimas de la formulación de una doctrina, la definición de programas, la posición de ideas y la proyección de sublimes propósitos. Entre otras premisas inalterables, que serían ratificadas y explicitadas durante las décadas por venir, destacó la tesis de la necesaria autonomía del partido en sus relaciones con el gobierno.
Quizá para marcar la diferencia entre un partido surgido de la sociedad y otro que había sido concebido y parido en 1929 desde el poder, Efraín González Luna fue enfático en su discurso a la convención constituyente: “Acción Nacional es el partido que nace negando el compromiso y condenando el oportunismo”. Y más adelante, en 1942, desde la claridad de su pensamiento diría que “es deber fundamental del jefe de Estado el serlo positivamente y no representar ni servir a un partido… Cualesquiera que sean las circunstancias —sentenció— no pueden sujetarse a las exigencias de un partido político, aun cuando le deba el acceso al poder”.
En la convención nacional de 1949, don Manuel volvería al tema de la autonomía con el énfasis de que “el partido tiene derecho de llevar sus programas y sus hombres al gobierno, pero ese mismo gobierno, en el momento de llegar a serlo, deja de ser el partido para ser la representación de la nación, y no tiene derecho de utilizar los recursos del poder, que son de aquella, para el sostenimiento del partido; ni tiene derecho de utilizar la estructura jurídica y administrativa del gobierno para coaccionar voluntades en pro del partido”.
Todos quienes tuvimos el honor de dirigir al partido predicamos la necesaria autonomía entre el partido y gobierno como una forma saludable de generar equilibrios y evitar excesos en el ejercicio del poder. Felipe Calderón no fue la excepción; como presidente nacional en 1996 aún sostuvo y defendió la autonomía partidaria frente al gobierno. Ante el Consejo Nacional sostuvo que “en la medida en que se acerca de manera natural al poder, el PAN necesita consolidarse, paradójicamente, como partido, y ser capaz de sostener su perfil de opción política distinta y distinguible del poder político”. Nadie podría suponer que como mandatario de la nación mutaría su credo partidista para asumir la vieja convicción priista de que “en México solo el presidente manda, y es el jefe del partido”.
Autonomía desde la vinculación democrática
Ya en la responsabilidad de gobierno, a partir del 2000 y a iniciativa del jefe nacional Luis Felipe bravo Mena, se fue desarrollando una forma de relacionarse con el gobierno federal surgido de las entrañas del PAN. Para honrar la tesis de la autonomía se implementó una dinámica conocida como “vinculación democrática”, lo que supuso no repetir el modelo de partido-instrumento al servicio incondicional del poder y ratificar para el gobierno la norma ética de no entrometerse en la vida institucional del partido.
Desde la presidencia nacional del PAN pude constatar que para Vicente Fox no hubo dificultad en asumir que entre el partido y el gobierno debía existir, naturalmente, una independencia política, no orgánica, que nace de la responsabilidad compartida de conducir a la sociedad mexicana hacia su crecimiento, desarrollo y perfeccionamiento. El jefe del Estado entendió que ambas entidades son parte de un mismo proyecto político que deben acordar lo mejor para México y actuar coordinadas, pero sin sujeciones recíprocas, sin confundir la misión de cada quien y sin invadir el ámbito de responsabilidad del otro ni afectar su identidad.
Fox fue congruente y coadyuvó al perenne anhelo panista de ciudadanizar las instituciones y despartidizar a la sociedad; entendió que su poder no podía ser predatorio del PAN y supo poner el rostro de éste a su gobierno, sin alterar sus rasgos originales y sin pervertir su trayectoria democrática. Como es lógico, llegamos a tener diferencias de visión y de opinión que resolvimos dialogando para articular estratégicamente el potencial del partido y del gobierno, cuidando no anular una sola de nuestras fuerzas. Así, sin faltar a la congruencia y sin atropellar la autonomía, subordinando egoísmos y preferencias personales, construimos las condiciones para alcanzar las más grandes victorias en el 2006.
Autonomía sometida por Calderón
Apenas recibida la constancia de mayoría tras defender nuestra victoria en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ya como presidente electo, Felipe Calderón me pidió dejar en sus manos la dirigencia del partido; quería ser él quien designara al presidente del PAN, imponer a uno de sus incondicionales, a un gerente subordinado al gobierno. No fue propuesta, fue una exigencia que primero me planteó Juan Camilo Mouriño y, tras mi negativa, insistió el mismo. A cambio de renunciar se me compensaría con hacerme embajador de México en España. Rechazar la oferta fue motivo de una nueva persecución del calderonismo en mi contra, pero ya desde el gobierno.
Al concluir mi gestión, que yo mismo adelanté tres meses para evitar un conflicto que venía preparándose desde los Pinos apenas asumió Calderón la Presidencia, sobrevino el sometimiento. Bastaron dos gerentes para poner en el gobierno la toma de decisiones del partido, para hacer de éste un instrumento al servicio del poder.
Las consecuencias de la suplantación son de sobra conocidas, han sido devastadoras para un partido que abanderó la autonomía desde su fundación. Desde la restauración autoritaria que subordina al partido desde el gobierno se están perdiendo ambas entidades. Antes el Presidente perdió las convicciones que le fueron inculcadas en Acción Nacional.
manuespino@hotmail.com
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Autonomía desde la seriedad intelectual
La reciente afirmación del libre albedrío en el mundo occidental inspiraba a aquellos jóvenes a construir auténticos espacios de libertad para los mexicanos, a superar teorías inventadas para el sometimiento de la nación y a iluminar con nuevas luces la sombría realidad de la patria, lastimada por una gravísima corrupción moral y la devastadora turbulencia política.
Era 1915 y el ideal que se deslizaba en aquellas conciencias inquietas apuntaba a una ideología adecuada propósitos humanos, que partía del criterio provisional de salvar a México, del vago deseo de una vida digna para todos desde la participación ciudadana, de la autonomía de decisión frente al gobierno asumida con seriedad intelectual. Así, con espíritu de emancipación, fue concebida la obra que años adelante sería Acción Nacional.
Faltaban unos meses para el nacimiento del PAN y Gómez Morin, uno de aquellos jóvenes y el principal de sus fundadores, ya tenía claridad del argumento que marcaría una diferencia fundamental —con el pasado y con el presente que se vivía en 1939— en las relaciones partido-gobierno: “Acción Nacional nunca se casará con un régimen, ni aun con el que pudieran formar hombres suyos llegados al poder”. La autonomía estaba en la esencia de la organización partidaria desde su gestación y quien sería su primer jefe nacional era contundente en la afirmación del nunca.
Autonomía, una tesis fundamental
La primera etapa en la vida institucional de Acción Nacional se significó por las tareas principalísimas de la formulación de una doctrina, la definición de programas, la posición de ideas y la proyección de sublimes propósitos. Entre otras premisas inalterables, que serían ratificadas y explicitadas durante las décadas por venir, destacó la tesis de la necesaria autonomía del partido en sus relaciones con el gobierno.
Quizá para marcar la diferencia entre un partido surgido de la sociedad y otro que había sido concebido y parido en 1929 desde el poder, Efraín González Luna fue enfático en su discurso a la convención constituyente: “Acción Nacional es el partido que nace negando el compromiso y condenando el oportunismo”. Y más adelante, en 1942, desde la claridad de su pensamiento diría que “es deber fundamental del jefe de Estado el serlo positivamente y no representar ni servir a un partido… Cualesquiera que sean las circunstancias —sentenció— no pueden sujetarse a las exigencias de un partido político, aun cuando le deba el acceso al poder”.
En la convención nacional de 1949, don Manuel volvería al tema de la autonomía con el énfasis de que “el partido tiene derecho de llevar sus programas y sus hombres al gobierno, pero ese mismo gobierno, en el momento de llegar a serlo, deja de ser el partido para ser la representación de la nación, y no tiene derecho de utilizar los recursos del poder, que son de aquella, para el sostenimiento del partido; ni tiene derecho de utilizar la estructura jurídica y administrativa del gobierno para coaccionar voluntades en pro del partido”.
Todos quienes tuvimos el honor de dirigir al partido predicamos la necesaria autonomía entre el partido y gobierno como una forma saludable de generar equilibrios y evitar excesos en el ejercicio del poder. Felipe Calderón no fue la excepción; como presidente nacional en 1996 aún sostuvo y defendió la autonomía partidaria frente al gobierno. Ante el Consejo Nacional sostuvo que “en la medida en que se acerca de manera natural al poder, el PAN necesita consolidarse, paradójicamente, como partido, y ser capaz de sostener su perfil de opción política distinta y distinguible del poder político”. Nadie podría suponer que como mandatario de la nación mutaría su credo partidista para asumir la vieja convicción priista de que “en México solo el presidente manda, y es el jefe del partido”.
Autonomía desde la vinculación democrática
Ya en la responsabilidad de gobierno, a partir del 2000 y a iniciativa del jefe nacional Luis Felipe bravo Mena, se fue desarrollando una forma de relacionarse con el gobierno federal surgido de las entrañas del PAN. Para honrar la tesis de la autonomía se implementó una dinámica conocida como “vinculación democrática”, lo que supuso no repetir el modelo de partido-instrumento al servicio incondicional del poder y ratificar para el gobierno la norma ética de no entrometerse en la vida institucional del partido.
Desde la presidencia nacional del PAN pude constatar que para Vicente Fox no hubo dificultad en asumir que entre el partido y el gobierno debía existir, naturalmente, una independencia política, no orgánica, que nace de la responsabilidad compartida de conducir a la sociedad mexicana hacia su crecimiento, desarrollo y perfeccionamiento. El jefe del Estado entendió que ambas entidades son parte de un mismo proyecto político que deben acordar lo mejor para México y actuar coordinadas, pero sin sujeciones recíprocas, sin confundir la misión de cada quien y sin invadir el ámbito de responsabilidad del otro ni afectar su identidad.
Fox fue congruente y coadyuvó al perenne anhelo panista de ciudadanizar las instituciones y despartidizar a la sociedad; entendió que su poder no podía ser predatorio del PAN y supo poner el rostro de éste a su gobierno, sin alterar sus rasgos originales y sin pervertir su trayectoria democrática. Como es lógico, llegamos a tener diferencias de visión y de opinión que resolvimos dialogando para articular estratégicamente el potencial del partido y del gobierno, cuidando no anular una sola de nuestras fuerzas. Así, sin faltar a la congruencia y sin atropellar la autonomía, subordinando egoísmos y preferencias personales, construimos las condiciones para alcanzar las más grandes victorias en el 2006.
Autonomía sometida por Calderón
Apenas recibida la constancia de mayoría tras defender nuestra victoria en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ya como presidente electo, Felipe Calderón me pidió dejar en sus manos la dirigencia del partido; quería ser él quien designara al presidente del PAN, imponer a uno de sus incondicionales, a un gerente subordinado al gobierno. No fue propuesta, fue una exigencia que primero me planteó Juan Camilo Mouriño y, tras mi negativa, insistió el mismo. A cambio de renunciar se me compensaría con hacerme embajador de México en España. Rechazar la oferta fue motivo de una nueva persecución del calderonismo en mi contra, pero ya desde el gobierno.
Al concluir mi gestión, que yo mismo adelanté tres meses para evitar un conflicto que venía preparándose desde los Pinos apenas asumió Calderón la Presidencia, sobrevino el sometimiento. Bastaron dos gerentes para poner en el gobierno la toma de decisiones del partido, para hacer de éste un instrumento al servicio del poder.
Las consecuencias de la suplantación son de sobra conocidas, han sido devastadoras para un partido que abanderó la autonomía desde su fundación. Desde la restauración autoritaria que subordina al partido desde el gobierno se están perdiendo ambas entidades. Antes el Presidente perdió las convicciones que le fueron inculcadas en Acción Nacional.
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martes, 5 de julio de 2011
¿Delincuente en Los Pinos?
Durante la hegemonía del PRI en el poder político nacional era común hacer de la ley letra muerta. El país estaba acostumbrado a que el Presidente de México mandaba y los poderes Legislativo y Judicial obedecían. La subordinación ni siquiera llamaba la atención, era una regla no escrita del régimen forzosamente presidencialista. Muchos de quienes tenían conciencia de la necesaria vida institucional con apego al Estado de Derecho, por comodidad o conveniencia, optaban por encogerse de hombros y pasar por alto el absolutismo de Estado prevaleciente.
Cuando en 1990 el presidente de la Suprema Corte de Justicia de México, Carlos del Río Rodríguez, acudió a la juramentación de los mandatarios de Colombia y Perú, por encomienda del gobierno federal, el prestigiado licenciado Ignacio Burgoa denunció ante el Congreso lo que era una flagrante violación a la Constitución. Un ex presidente del Partido Acción Nacional también elevó su reclamo ante la opinión pública. José González Torres, que había dirigido al PAN de 1956 a 1958, tuvo el valor a que obliga la congruencia y destacó que el Presidente de la Suprema Corte aceptó y desempeñó el encargo de representar indebidamente al presidente de la República y quedó con ello, automáticamente, privado del cargo. Al continuar ejerciendo las funciones de Ministro, el panista que también había sido candidato presidencial en 1964 denunció que Carlos del Río incurrió en el delito tipificado en el código Penal como “ejercicio indebido del servicio público”.
De la denuncia a mi expulsión del PAN
Denunciar aquellos abusos de autoridad presidencial y reclamar la sumisión de un dignatario de la corte, fue motivo de reconocimiento en el PAN para quien dos años después renunciaría por voluntad propia a su militancia. Que también como expresidente de Acción Nacional yo denunciara los excesos del mandatario de la nación, Felipe Calderón, fue motivo de mi defenestración del partido, promovida por él mismo ya con el poder del gobierno. Expulsión que, acusado de exceso de libertad de expresión, aún se litiga en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Renuente al silencio humillante de quienes se quejan en voz baja, acusé al gobierno calderonista de imponerle indebidamente decisiones al partido, de someter a su voluntad caprichosa a gobiernos estatales y municipales emanados del PAN, de imponerle a éste candidatos cuyo mérito fundamental es la sumisión al Presidente de México, su relación de amigo o compadre, de pariente o de cómplice.
Presión calderonista al TEPJF
Para garantizar la independencia del Poder Judicial y el mejor cumplimiento de su delicada e importante función, a partir de 1994 tanto los ministros de la Suprema Corte como los magistrados y los jueces federales, así como secretarios y los miembros de la Judicatura Federal no pueden desempeñar ni aceptar otro encargo de la Federación. Como consecuencia de la incorporación del TEPJF al Poder Judicial, en este precepto también se incluyeron a los magistrados de su Sala superior. En lenguaje ordinario: no pueden ejercer un mandato del gobierno federal.
Al impugnar mi ilegal y arbitraria expulsión del PAN ante el TEPJF, me he percatado de una injerencista presión de Los Pinos a dicho órgano del Estado encargado de hacer valer la justicia constitucional en materia de derechos políticos y electorales de los ciudadanos. Diversas fuentes señalan al joven secretario particular del Presidente de México, Roberto Gil Zuarth —el mismo a quien Calderón quiso imponer como jefe de Acción Nacional, amigo muy cercano del magistrado ponente de mi caso, Salvador Nava— como el emisario encargado de hacer torcer la ley a los magistrados para ratificar mi salida de Acción Nacional.
A diferencia del prestigiado ex presidente del PAN González Torres, yo no he sido candidato presidencial, no todavía. Calderón teme que lo sea porque sabe que tengo los arrestos para sucederlo en el cargo y superar por mucho su desempeño. No puede aceptar siquiera esa posibilidad. De ese miedo injustificado proviene su persecución a mi persona que está sobradamente acreditada.
La mano presidencial no solo ha intervenido indebidamente para asediarme políticamente — ante instancias partidistas y ahora del Poder Judicial—, mi caso es solo uno de muchos: si algo ha distinguido al estilo personal de gobernar de Calderón es su invasión de espacios de poder y jurisdicciones ajenas a las que le marca la ley, siempre con la complacencia o la resignación de los dirigentes del PAN.
Posibles delitos de servidores públicos
De confirmarse la intromisión del gobierno federal, por conducto del servidor público Roberto Gil, en asuntos que no son de su competencia, podrían estarse actualizando algunos de los delitos tipificados como tales en el Código Penal Federal (CPF). En ese supuesto podrían encontrarse ya el secretario de Calderón o algún magistrado del TEPJF que se preste a esa pifia. Del primero, según establece el artículo 213 de la citada ley, podrían dar lugar a una agravación de la pena en razón de tratarse de un funcionario o empleado de confianza.
Aunque no hay tiempo perentorio para resolver mi caso en el Tribunal, con o sin presión de Los Pinos, de no justificar el magistrado ponente postergar indefinidamente la resolución, podría estar incurriendo en el delito de abuso de autoridad al no despachar un asunto pendiente ante él (artículo 215 del CPF). Si se confirma complicidad entre Gil Zuarth y algún magistrado para tomar medidas contrarias a la ley en mi perjuicio, podrían ambos incurrir en el delito de coalición de servidores públicos (artículo 216 del CPF). Según la forma en que se de la presión desde el gobierno hacia los magistrados, podría haber delito de concusión o de intimidación (artículos 218 y 219 del CPF), lo que podría alcanzar culpa para el mismísimo Felipe Calderón.
Si como me informan, Roberto Gil es la interpósita persona que retarda la administración de justicia o promueve la resolución ilícita en mi contra, por emitir opiniones incómodas al Presidente que exhiben actos incongruentes suyos y de algunos dirigentes del PAN, estaríamos en el supuesto del delito de tráfico de influencia o de peculado, según la forma de violar algún precepto terminante de la ley (artículos 221 y 223 del CPF). Y como tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata, si un magistrado se prestara al abuso de ratificar mi expulsión a cambio de alguna dádiva, estaríamos frente al delito de cohecho (artículo 222 del CFP).
En el hipotético caso de que los magistrados fueran obligados por el poder presidencial a dictar una sentencia ajena a derecho, incurrirían en el delito que señala el artículo 225 del CPF: dictar, a sabiendas, una sentencia ilícita.
Nada hay que justifique la prepotencia oficial en mi contra, como nada hay que me impida denunciar los hechos de intromisión del Ejecutivo en el espacio jurisdiccional del TEPJF. Será la investigación judicial la que despeje las dudas que hoy se generan en el dicho de quienes afirman la “operación” de Gil por órdenes de su jefe. Ya se verá si se trata de rumores o de una expresión más del autoritarismo de Los Pinos.
manuespino@hotmail.com
www.twitter.com/ManuelEspino
Cuando en 1990 el presidente de la Suprema Corte de Justicia de México, Carlos del Río Rodríguez, acudió a la juramentación de los mandatarios de Colombia y Perú, por encomienda del gobierno federal, el prestigiado licenciado Ignacio Burgoa denunció ante el Congreso lo que era una flagrante violación a la Constitución. Un ex presidente del Partido Acción Nacional también elevó su reclamo ante la opinión pública. José González Torres, que había dirigido al PAN de 1956 a 1958, tuvo el valor a que obliga la congruencia y destacó que el Presidente de la Suprema Corte aceptó y desempeñó el encargo de representar indebidamente al presidente de la República y quedó con ello, automáticamente, privado del cargo. Al continuar ejerciendo las funciones de Ministro, el panista que también había sido candidato presidencial en 1964 denunció que Carlos del Río incurrió en el delito tipificado en el código Penal como “ejercicio indebido del servicio público”.
De la denuncia a mi expulsión del PAN
Denunciar aquellos abusos de autoridad presidencial y reclamar la sumisión de un dignatario de la corte, fue motivo de reconocimiento en el PAN para quien dos años después renunciaría por voluntad propia a su militancia. Que también como expresidente de Acción Nacional yo denunciara los excesos del mandatario de la nación, Felipe Calderón, fue motivo de mi defenestración del partido, promovida por él mismo ya con el poder del gobierno. Expulsión que, acusado de exceso de libertad de expresión, aún se litiga en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Renuente al silencio humillante de quienes se quejan en voz baja, acusé al gobierno calderonista de imponerle indebidamente decisiones al partido, de someter a su voluntad caprichosa a gobiernos estatales y municipales emanados del PAN, de imponerle a éste candidatos cuyo mérito fundamental es la sumisión al Presidente de México, su relación de amigo o compadre, de pariente o de cómplice.
Presión calderonista al TEPJF
Para garantizar la independencia del Poder Judicial y el mejor cumplimiento de su delicada e importante función, a partir de 1994 tanto los ministros de la Suprema Corte como los magistrados y los jueces federales, así como secretarios y los miembros de la Judicatura Federal no pueden desempeñar ni aceptar otro encargo de la Federación. Como consecuencia de la incorporación del TEPJF al Poder Judicial, en este precepto también se incluyeron a los magistrados de su Sala superior. En lenguaje ordinario: no pueden ejercer un mandato del gobierno federal.
Al impugnar mi ilegal y arbitraria expulsión del PAN ante el TEPJF, me he percatado de una injerencista presión de Los Pinos a dicho órgano del Estado encargado de hacer valer la justicia constitucional en materia de derechos políticos y electorales de los ciudadanos. Diversas fuentes señalan al joven secretario particular del Presidente de México, Roberto Gil Zuarth —el mismo a quien Calderón quiso imponer como jefe de Acción Nacional, amigo muy cercano del magistrado ponente de mi caso, Salvador Nava— como el emisario encargado de hacer torcer la ley a los magistrados para ratificar mi salida de Acción Nacional.
A diferencia del prestigiado ex presidente del PAN González Torres, yo no he sido candidato presidencial, no todavía. Calderón teme que lo sea porque sabe que tengo los arrestos para sucederlo en el cargo y superar por mucho su desempeño. No puede aceptar siquiera esa posibilidad. De ese miedo injustificado proviene su persecución a mi persona que está sobradamente acreditada.
La mano presidencial no solo ha intervenido indebidamente para asediarme políticamente — ante instancias partidistas y ahora del Poder Judicial—, mi caso es solo uno de muchos: si algo ha distinguido al estilo personal de gobernar de Calderón es su invasión de espacios de poder y jurisdicciones ajenas a las que le marca la ley, siempre con la complacencia o la resignación de los dirigentes del PAN.
Posibles delitos de servidores públicos
De confirmarse la intromisión del gobierno federal, por conducto del servidor público Roberto Gil, en asuntos que no son de su competencia, podrían estarse actualizando algunos de los delitos tipificados como tales en el Código Penal Federal (CPF). En ese supuesto podrían encontrarse ya el secretario de Calderón o algún magistrado del TEPJF que se preste a esa pifia. Del primero, según establece el artículo 213 de la citada ley, podrían dar lugar a una agravación de la pena en razón de tratarse de un funcionario o empleado de confianza.
Aunque no hay tiempo perentorio para resolver mi caso en el Tribunal, con o sin presión de Los Pinos, de no justificar el magistrado ponente postergar indefinidamente la resolución, podría estar incurriendo en el delito de abuso de autoridad al no despachar un asunto pendiente ante él (artículo 215 del CPF). Si se confirma complicidad entre Gil Zuarth y algún magistrado para tomar medidas contrarias a la ley en mi perjuicio, podrían ambos incurrir en el delito de coalición de servidores públicos (artículo 216 del CPF). Según la forma en que se de la presión desde el gobierno hacia los magistrados, podría haber delito de concusión o de intimidación (artículos 218 y 219 del CPF), lo que podría alcanzar culpa para el mismísimo Felipe Calderón.
Si como me informan, Roberto Gil es la interpósita persona que retarda la administración de justicia o promueve la resolución ilícita en mi contra, por emitir opiniones incómodas al Presidente que exhiben actos incongruentes suyos y de algunos dirigentes del PAN, estaríamos en el supuesto del delito de tráfico de influencia o de peculado, según la forma de violar algún precepto terminante de la ley (artículos 221 y 223 del CPF). Y como tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata, si un magistrado se prestara al abuso de ratificar mi expulsión a cambio de alguna dádiva, estaríamos frente al delito de cohecho (artículo 222 del CFP).
En el hipotético caso de que los magistrados fueran obligados por el poder presidencial a dictar una sentencia ajena a derecho, incurrirían en el delito que señala el artículo 225 del CPF: dictar, a sabiendas, una sentencia ilícita.
Nada hay que justifique la prepotencia oficial en mi contra, como nada hay que me impida denunciar los hechos de intromisión del Ejecutivo en el espacio jurisdiccional del TEPJF. Será la investigación judicial la que despeje las dudas que hoy se generan en el dicho de quienes afirman la “operación” de Gil por órdenes de su jefe. Ya se verá si se trata de rumores o de una expresión más del autoritarismo de Los Pinos.
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lunes, 4 de julio de 2011
La Maestra y el Presidente
En mayo de este año, el Presidente Calderón aseguró que la alianza con Elba Esther Gordillo y el SNTE “no es de carácter político, ni oportunista”. Según revelaciones de Wikileaks, en 2006 Germán Martínez dijo al entonces embajador Tony Garza que el comité de campaña de Calderón no tenía acuerdos con la sindicalista magisterial. Ambos fueron expuestos esta semana por la avalancha política que generó la Maestra, quien ha lanzado un obús a la credibilidad del presidente Calderón.
Yunes: ejemplo de candidatos impuestos por calderonismo
Con sus declaraciones la Maestra también ha desacreditado la antidemocrática práctica de imponer candidatos a Acción Nacional. Al evidenciar a Yunes, también lo ha hecho con quienes lo impusieron en posiciones claves para el panismo y a quienes fueron sumisos ante tal imposición.
Hoy muchos panistas han de lamentar no haberse resistido a la decisión presidencial de imponer a Yunes, pues su falta de honorabilidad es pública y conocida. Cuando el CEN del PAN se disponía a refrendar la imposición de Yunes como candidato a gobernador de Veracruz —acordada con Calderón, a la sazón Presidente electo, según él mismo Miguel Ángel me confirmó— intenté generar un diálogo al interior de dicho órgano partidista. Ese derecho a debatir me fue negado, coartando mi libertad de expresión, por el entonces dirigente nacional César Nava.
Quise recordar que en 2006 el veto de Felipe Calderón impidió a Yunes ser candidato al Senado. El entonces candidato a la presidencia argumentó que como secretario de Gobierno de Patricio Chirinos Yunes se distinguió por perseguir, difamar y golpear panistas, así como por su corrupción. A pesar de ese violento pasado antipanista, Yunes fue designado como director del ISSSTE y luego candidato a gobernador, por quien lo había acusado de corrupto.
Yunes es solo la punta de un iceberg que ayer reveló Elba Esther Gordillo, quien me hizo un reclamo durante la campaña de 2006 porque no le concedí candidaturas que pactó con Calderón, a quien se refirió como “el candidato”.
A contracorriente de esta negociación Calderón-Gordillo, como presidente del PAN me resistí a brindar al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación las quince candidaturas plurinominales que encabezan las circunscripciones, cuya designación corresponde al CEN del PAN. Mucho menos cedí candidaturas al Senado de la República, como le consta a Josefina Vázquez Mota, encargada de la negociación en representación de Calderón.
La Maestra ha dejado al descubierto que sí hubo un pacto, pero no del Partido Acción Nacional, sino del propio Calderón. Sus acuerdos fueron por la libre y en lo oscuro, ajenos a la transparencia acostumbrada en el PAN y que debe regir en un sistema democrático.
Proteger al presidente hablándole con la verdad
Hoy también tenemos claro que el equipo de Calderón y, lo debo decir aunque me cause pesar, muchos panistas se han negado a decir al Presidente las verdades dolorosas pero necesarias.
Si durante el episodio que acabo de narrar el Comité Nacional de mi partido se hubiera negado a designar candidato a Yunes, oponiéndose con valentía a la línea de Los Pinos, no hubiera actuado contra el Presidente, al contrario, lo hubiera protegido.
Tengo la conciencia tranquila porque yo sí he hablado con la verdad, en el momento preciso y a pesar del golpeteo político. De hecho, haber denunciado estas prácticas es una de las razones por las que me quieren expulsar de mi partido.
Hago un llamado a los panistas: este episodio vergonzoso debe servir para recordar, de cara al 2012, que no hay que permitir imposiciones de candidatos ni de funcionarios públicos por negociaciones políticas, como se hizo en su momento con Yunes y con muchos más. Hay que rechazar estos acuerdos oscuros, que demeritan la trayectoria democrática que nos dio prestigio como partido, vengan de quien vengan.
Es preciso proteger la autonomía de nuestro partido y apoyar al PAN, pero no actuando con obediencia ciega ni con sumisión perruna, pues eso no es lealtad. Solo hablar con la verdad, aunque a veces duela, brinda un apoyo genuino.
www.Twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com
Yunes: ejemplo de candidatos impuestos por calderonismo
Con sus declaraciones la Maestra también ha desacreditado la antidemocrática práctica de imponer candidatos a Acción Nacional. Al evidenciar a Yunes, también lo ha hecho con quienes lo impusieron en posiciones claves para el panismo y a quienes fueron sumisos ante tal imposición.
Hoy muchos panistas han de lamentar no haberse resistido a la decisión presidencial de imponer a Yunes, pues su falta de honorabilidad es pública y conocida. Cuando el CEN del PAN se disponía a refrendar la imposición de Yunes como candidato a gobernador de Veracruz —acordada con Calderón, a la sazón Presidente electo, según él mismo Miguel Ángel me confirmó— intenté generar un diálogo al interior de dicho órgano partidista. Ese derecho a debatir me fue negado, coartando mi libertad de expresión, por el entonces dirigente nacional César Nava.
Quise recordar que en 2006 el veto de Felipe Calderón impidió a Yunes ser candidato al Senado. El entonces candidato a la presidencia argumentó que como secretario de Gobierno de Patricio Chirinos Yunes se distinguió por perseguir, difamar y golpear panistas, así como por su corrupción. A pesar de ese violento pasado antipanista, Yunes fue designado como director del ISSSTE y luego candidato a gobernador, por quien lo había acusado de corrupto.
Yunes es solo la punta de un iceberg que ayer reveló Elba Esther Gordillo, quien me hizo un reclamo durante la campaña de 2006 porque no le concedí candidaturas que pactó con Calderón, a quien se refirió como “el candidato”.
A contracorriente de esta negociación Calderón-Gordillo, como presidente del PAN me resistí a brindar al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación las quince candidaturas plurinominales que encabezan las circunscripciones, cuya designación corresponde al CEN del PAN. Mucho menos cedí candidaturas al Senado de la República, como le consta a Josefina Vázquez Mota, encargada de la negociación en representación de Calderón.
La Maestra ha dejado al descubierto que sí hubo un pacto, pero no del Partido Acción Nacional, sino del propio Calderón. Sus acuerdos fueron por la libre y en lo oscuro, ajenos a la transparencia acostumbrada en el PAN y que debe regir en un sistema democrático.
Proteger al presidente hablándole con la verdad
Hoy también tenemos claro que el equipo de Calderón y, lo debo decir aunque me cause pesar, muchos panistas se han negado a decir al Presidente las verdades dolorosas pero necesarias.
Si durante el episodio que acabo de narrar el Comité Nacional de mi partido se hubiera negado a designar candidato a Yunes, oponiéndose con valentía a la línea de Los Pinos, no hubiera actuado contra el Presidente, al contrario, lo hubiera protegido.
Tengo la conciencia tranquila porque yo sí he hablado con la verdad, en el momento preciso y a pesar del golpeteo político. De hecho, haber denunciado estas prácticas es una de las razones por las que me quieren expulsar de mi partido.
Hago un llamado a los panistas: este episodio vergonzoso debe servir para recordar, de cara al 2012, que no hay que permitir imposiciones de candidatos ni de funcionarios públicos por negociaciones políticas, como se hizo en su momento con Yunes y con muchos más. Hay que rechazar estos acuerdos oscuros, que demeritan la trayectoria democrática que nos dio prestigio como partido, vengan de quien vengan.
Es preciso proteger la autonomía de nuestro partido y apoyar al PAN, pero no actuando con obediencia ciega ni con sumisión perruna, pues eso no es lealtad. Solo hablar con la verdad, aunque a veces duela, brinda un apoyo genuino.
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