martes, 16 de marzo de 2010

Crisis política, lastre del desarrollo

Lo peor de la crisis económica “parece haber acabado” en América Latina. Esta apreciación optimista del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, no implica sin embargo que la recuperación vaya a ser rápida y homogénea. Por el contrario, será lenta y desigual en los países de la región.
Se espera que los grandes exportadores, como Brasil y Canadá, en 2010 obtendrán resultados muy favorables por la creciente demanda de China. Muy distinto será en México y Centroamérica cuyo principal mercado, Estados Unidos, registrará una lenta recuperación frente a la crisis y, consecuentemente, disminuirá su capacidad de importación.
Gracias a la pujanza de la iniciativa privada mexicana y al hábil manejo gubernamental frente a la crisis financiera, nuestro país ganó participación en el mercado estadounidense en lo que va del año. Aunque ello no impidió que China nos desplazara al tercer lugar en transacciones mercantiles con nuestro vecino del norte. Se antoja difícil sostener el superávit comercial que México registró con Estados Unidos al inicio del 2010, el mejor de los últimos ocho años.
La crisis financiera internacional impone la necesidad de que los gobiernos mejoren su situación fiscal y concentren esfuerzos en resolver las cada vez mayores necesidades sociales. México destaca como uno de los países con más urgencia de eficacia en el combate a la pobreza. Nuestro país aporta más de la cuarta parte de los 200 millones de personas afectadas en América Latina por este lacerante fenómeno regional, ahora agravado por la crisis de inseguridad.

Sistema de partidos atrofiado

Nuestro viciado sistema de partidos, hoy convertido en vergonzante escaramuza, ha paralizado la de por sí deficiente productividad legislativa. Ha hecho de la ambición electoral el propósito primordial por encima del interés nacional. Por razones políticas se ha frenado la adecuación legal orientada a potenciar la competitividad y productividad del país.
No obstante la urgencia de reformas estructurales –principalmente en los ámbitos tributario y laboral– que faciliten el desarrollo y el crecimiento de nuestra economía, prevalece la obstrucción de la oposición en el Congreso federal a las iniciativas que atinadamente ha promovido el presidente Calderón. Tras la negativa de cooperación responsable del PRI y PRD principalmente, se esconde el interés electorero y la ambición partidaria de acceso al poder. Es evidente.
Mientras la crisis aprieta, el PAN –mi partido– convertido en instrumento de gobierno, ha nulificado su capacidad de negociación y diálogo. La oposición, con pretextos pueriles, busca que la sociedad se decepcione del gobierno de la república para potenciar sus posibilidades de ganar espacios de poder hacia la sucesión presidencial. Para lograrlo, está decidida a sembrarle fracasos al gobierno, en espera de cosechar triunfos en las urnas.

Excesiva burocracia en el gobierno

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la inversión fija bruta se desplomó 10.1% en términos reales y a tasa anual, lo que representa su mayor retroceso desde 1995. Ello justifica, de manera urgente, eliminar y compactar dependencias, así como cancelar plazas y disminuir los sueldos de altos funcionarios para reconducir ese gasto hacia infraestructura que facilite la recuperación en productividad y empleo perdidos.
Sin el respaldo eficaz de su partido de origen, distraído en sus propios yerros, para sortear las piedras que la oposición le pone en el camino, el gobierno federal ha puesto en marcha el Programa Nacional de Reducción del Gasto Público. Se pretende ahorrar 160 mil millones de pesos en los próximos tres años. Los del cierre del sexenio calderonista. Con este esfuerzo se busca disminuir entre 7 y 8% el gasto corriente y reducir la burocracia de la administración pública federal.

Electorerismo y parálisis política

Parece que la mediocridad campea en el poder legislativo federal, pues no obstante el paupérrimo crecimiento económico que promedia 2.5% en los últimos 27 años, ahí prevalece el interés de los partidos por encima del interés nacional. El criterio de rentabilidad electoral destaca como fundamento de las decisiones de los grupos parlamentarios que no han logrado sintonizar su desempeño con su deber. Saben los legisladores que por encima de los legítimos afanes partidistas, su deber es atender las demandas de la sociedad y las exigencias de la nación. Les gana el afán de poder y no parece haber algún caso de excepción. Los pobres resultados así lo demuestran.
Aunque el escenario de recuperación económica es positivo en general para la región, esta actitud partidarista que prevalece en el Congreso mexicano, y de la que no está exento el gobierno de Felipe Calderón, impide una perspectiva de recuperación a corto plazo para México. La visión electorera atrofia la visión de Estado que se espera de nuestros poderes legislativo y ejecutivo para generar ventajas competitivas. Sus pleitos estériles nos condenan a seguir rezagados mientras otros países avanzan, aun los que tienen menos capacidad de desarrollo que el nuestro, pero que tienen mejor ubicadas sus prioridades.
Mientras no resolvamos la crisis política de México, difícilmente podremos salir de la crisis económica.

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