lunes, 17 de mayo de 2010

Persecución política del calderonismo

Reiteradamente me han preguntado sobre mi distanciamiento con Felipe Calderón, que comenzó con una percepción alimentada con versiones falsas desde las filas del autonombrado calderonismo y que ha derivado en un hostigamiento sistemático a mi persona.

La respuesta simple es que, aun reconociendo la autoridad de mis dirigentes, nunca he estado dispuesto a alinearme sin chistar a un liderazgo. El de Calderón siempre lo he respetado, pero no le concedo atribuciones sobre mi vocación política y mi participación en el Partido Acción Nacional, que decidí con libertad en 1978.

En forma sucinta y repasando los episodios más relevantes, expongo aquí la historia de mi desencuentro con Calderón y los calderonistas.

Acoso político


Siendo diputado, a Felipe le molestó que yo aceptara el nombramiento de Secretario General del PAN que él quiso para Germán Martínez. Lo mismo sucedió cuando busqué la presidencia del PAN: una vez registrado, Felipe intentó persuadirme de declinar a favor de Carlos Medina, a quien logró convencer de salir de la contienda por la candidatura presidencial para ser el presidente nacional del partido. Mantenerme en mi decisión provocó que me lanzara una “cargada”.

Cuando gané la presidencia de AN vino una nueva campaña: para posicionarme como un dirigente parcial, inventaron que yo apoyaba a Santiago Creel.

Como candidato, Calderón pidió nombrar los funcionarios claves del PAN, que yo presidía. No lo permití y, pese al respaldo permanente que di a su campaña, vino la recurrente cantaleta de que yo no apoyaba al candidato presidencial.

Por haberme negado a dejar la presidencia del PAN a cambio de ser embajador en España —ofrecimiento hecho por Juan Camilo Mouriño y Calderón— en octubre de 2006 los calderonistas operaron políticamente para evitar que yo llegara a la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA).

Ya cuando gané, invité al Presidente Calderón a que diésemos un mensaje de unidad. Acordamos hacerlo en la inauguración de la sede de la ODCA, en fecha que él fijó. El día previo al evento, desde su Secretaría Particular se llamó a Vicente Fox, también invitado a cortar el listón, para pedirle que no asistiera porque el Presidente consideraba que era demasiado pronto para coincidir ambos en un evento público.

Para sorpresa de embajadores, invitados de organismos nacionales e internacionales, así como del Comité Directivo de ODCA, el Presidente Calderón no llegó a la apertura de la casa de los democristianos.

Así comenzó la indiferencia del gobierno de Calderón hacia la organización que abrió sus puertas al PAN cuando él fue su dirigente. Actitud que sería trasladada al partido con la designación de Germán Martínez como presidente del CEN y que evolucionaría a una falta de colaboración y hasta a la comisión de agravios que, por animadversión hacia mí, trasladaron a la ODCA en tres principales vertientes.

Hacer vacío a la ODCA: Durante estos tres años, el PAN no cumplió con sus obligaciones estatutarias de enviar representantes a las actividades oficiales y presentar informes. Funcionarios mexicanos y extranjeros han sido presionados para que no colaboren en este esfuerzo continental.

Veto permanente a Manuel Espino y sus colaboradores: Quienes laboraron en el CEN que presidí han sido bloqueados permanentemente en candidaturas y cargos públicos y de partido. Se despidieron más de cien empleados del CEN que trabajaban ahí desde antes de mi llegada a la presidencia del partido.

Presión mediática: Max Cortázar ha pugnado desde Los Pinos para dañarme con difusión de información apócrifa. Tanto mis escritos como la información institucional que he generado han navegado contra la corriente de la censura oficial.

Ahora que se acerca el final de mi gestión como presidente de ODCA, en el Comité Ejecutivo Nacional he sido acusado en falso de incurrir en irregularidades para mantenerme al frente de ODCA y de postular al Presidente de la República de Colombia, Álvaro Uribe, como mi sucesor.

No obstante haber acordado con César Nava conversar para buscar la postulación de un panista para relevarme como presidente de la ODCA, no se ha dado ese diálogo. En alguna ocasión César me dijo que Calderón pretendía promover como líder de esta organización a Germán Martínez, pretensión que después fue declinada sin yo saber las causas.

No obstante estos agravios, reitero mi respaldo total al gobierno de la República y al Comité Ejecutivo Nacional del PAN en todo cuanto sea para bien de México y para conservar el prestigio de Acción Nacional. Ratifico mi determinación de no tolerar la desviación del partido, como un panista comprometido con los principios y las convicciones que orientan a Acción Nacional desde 1939 y que siguen vigentes para dignificar la política mexicana y para contribuir a la consolidación de nuestra ahora amenazada democracia.